Ofuscado

Remotamente
distingo a mi corazón
rebotando, palpitando
sobre el tapesco
que sirve de altar,
donde se vierte la sangre fría y caliente
de los animales
para saciar la sed
de la sagrada tierra.

Grieta

Agrieto el muro
de los pensamientos
que me recluyen
para mudarme
aunque sea por un instante
a otra simbiosis,
de ser factible
en la profundidad del océano
porque del aire
-en la atmósfera-
hay mucho desaire.

Danza del venado

Se objeta su origen

tal como se objeta la indumentaria,

se exhibe en vitrinas

para satisfacer gustos extranjeros

se explota mercantilmente

pero se ignora a quien danza

no obstante,

el aire, la lógica y los movimientos

en su conjunto

es arte impregnado del lenguaje

de los pueblos milenarios

que lo construyeron y lo danzaron

nosotros quienes habitamos en ello

lo danzamos con la taquicardia que emula

el bajo de la marimba “sencilla”,

de sonidos roncos

evocando las voces de las ancianas consejeras

esas pieles ajenas

esos rostros ajenos

es el lenguaje de lo impuesto,

pero muy adentro

los huesos

la sangre

el corazón

y el cuerpo que los mueve

siguen siendo retoños de maíz

y la continuidad de Ch’oles y Q’eqchi’s.